We remember and celebrate this day the call of Matthew by Jesus. In Matthew 9:9 we read, “Jesus saw a man named Matthew sitting at the tax collector’s booth.” Perhaps the most startling words in the entire account are those that indicate Jesus “saw him.”
Are we appropriately surprised by the unlikelihood of this call? It would have been easy for Jesus not to see Matthew. It would have been more efficient to walk on by and not bother. After all Matthew was a tax collector: a collaborator with the Roman government and understood as an extortionist who was getting rich off of his own people. Furthermore, we know that tax collectors were abhorred by the most pious of Jewish groups, the Pharisees. Yet, Jesus did see Matthew and dared to call him into his circle of disciples in order that he might follow.
Whom do we not see? For whom would it be easy to walk on by, not recognize or acknowledge? Whom do we choose not to value? Often when disasters strike such as in pandemics, hurricanes, or even in our difficult national conversations regarding displacement and immigration, it is precisely those who are the unseen that are suddenly exposed. This is especially true of the poor and other vulnerable populations. It is my hope that in our faith communities we are working very hard to see as clearly as Jesus sees, and draw into his circle of care those to whom we need to respond, in word and in action.
As Matthew 9:13 reminds us, quoting Hosea, “I desire mercy, not sacrifice.” The law of love takes precedence even over our desire for personal freedom. Our religious devotion and our life as a Church mean little to nothing unless we are willing to love as Jesus loves, with mercy, as we respect the dignity of every human being and create a world where hope is born.
Bishop Skip
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Recordamos y celebramos este día el llamado de Mateo por Jesús. En Mateo 9:9 leemos: “Jesús vio a un hombre llamado Mateo sentado en el puesto de los recaudadores de impuestos”. Quizá las palabras más sorprendentes de todo el relato son las que indican que Jesús “lo vio”.
¿Nos sorprende apropiadamente la improbabilidad de esta llamada? Hubiera sido fácil para Jesús no ver a Mateo. Hubiera sido más eficiente caminar y no molestarse. Al fin y al cabo Mateo era un recaudador de impuestos: un colaborador del gobierno romano y un extorsionador que se enriquecía a costa de su propio pueblo. Además, sabemos que los grupos judíos más piadosos, los fariseos, aborrecieron a los recaudadores de impuestos. Sin embargo, Jesús vio a Mateo y se atrevió a llamarlo a su círculo de discípulos para que pudiera seguirlo.
¿A quién no vemos? ¿Para quién sería fácil pasar de largo, no reconocer ni reconocer? ¿A quién elegimos no valorar? A menudo, cuando se producen catástrofes como pandemias, huracanes o incluso en nuestras difíciles conversaciones nacionales sobre desplazamientos e inmigración, son precisamente los que no se ven los que quedan repentinamente expuestos. Esto resulta especialmente cierto en el caso de los pobres y otras poblaciones vulnerables. Espero que en nuestras comunidades de fe estemos trabajando muy duro para ver tan claramente como Jesús ve y atraer a su círculo de atención a aquellos a quienes tenemos que responder, de palabra y de acción.
Como nos recuerda Mateo 9:13, citando a Oseas: “Misericordia quiero, no sacrificios”. La ley del amor prevalece incluso sobre nuestro deseo de libertad personal. Nuestra devoción religiosa y nuestra vida como Iglesia significan poco o nada si no estamos dispuestos a amar como ama Jesús, con misericordia, respetando la dignidad de cada ser humano y creando un mundo donde nazca la esperanza.
Obispo Skip